miércoles, 3 de diciembre de 2008

Mini Caligrama



Es algo sencillo pero verdadero, de eso tengo certeza.


domingo, 30 de noviembre de 2008

El dios

Autor: Marcos Felipe Parra Molina
El resplandor del sol floreció velozmente y alumbraba en forma tenue. De pronto apareció una princesa. Ella caminaba despacio entre las verdes y frondosas colinas recogiendo flores con sus duras y frías manos. En medio del campo había una flor azul, al verla, la princesa se acerco, pero antes de cortarla, una mano porosa y poco lijada saco la flor. La princesa subió lentamente la mirada, desde la mano, pasando por un brazo rígido hasta llegar a un rostro sin menor expresión. Era un príncipe vestido completamente de azul y cabellos rubios, al igual que la princesa. La princesa le dijo –Hermosa flor ¿No es cierto? noble señor – y el príncipe le contesto románticamente –No mas bella que la mujer que presencian mis ojos –. Se miraron a los ojos sin poder pestañear. El príncipe le regalo la preciosa flor azul y comenzaron a acercarse hasta que sus labios se juntaron, desembocando en un largo beso. Mientras se besaban, sus pensamientos se conectaron. Por primera vez se preguntaron si esto ya había ocurrido antes, se sentían observados, pero al parecer no había nadie.
El sol se fue atenuando hasta apagarse extrañamente. Los dos pequeños cuerpos, llenos de cansancio cayeron bruscamente al piso, luego escucharon unos fuertes golpes, pero pensaron que era un derrumbe y se tranquilizaron.
En una oscuridad profunda el príncipe le dijo a la princesa –Parece que todos los días se repitiera esto, además me siento observado y manipulado –, de inmediato la princesa le dijo –Sí, es así como lo dices, hay un alguien que nos da nuestros destinos, ese es dios – el príncipe, al no saber de ese tal ¨dios¨, le pregunta a la princesa quien es él y donde está, a lo que la princesa responde –dios es el que nos da la vida y esta presente en todos lados, pero algunos dicen que esta hacia arriba, en el cielo – y el príncipe agrego –Sí, he escuchado sobre él. Pero ya estoy muy cansado, mejor hablemos mañana –.
Un fuerte impulso los levanto a los dos y despertaron bruscamente. Nuevamente la princesa apareció entre las colinas, recogiendo flores, hasta que se encontró nuevamente con el príncipe, en ese momento y antes de besarse recordaron la conversación del día anterior y juntos levantaron sus redondas cabezas e inexpresivas caras. Vieron hilos que caían desde arriba. Observando sus extremidades se dieron cuenta que a cada una de ellas llegaban esos hilos casi invisibles. Luego se percataron de lo que había fuera de su entorno, estaban personas gigantes observándoles.
Volvieron a fijar sus miradas hacia arriba. Vieron dos manos gordas, ásperas y un poco sucias, que sostenían unas cruces, desde donde esos finos cáñamos descendían. Los dos se observaron mutuamente, se tocaron y se dieron cuenta que eran completamente duros y hechos de ese material al cual los gigantes llamaban madera.
El sol volvió a apagarse. Los dos se sintieron envueltos por las mismas manos que habían visto, las que a cada uno elevaron hasta la altura de un gigante rostro arrugado con cabellera blanca acompañada de una barba. Entonces el príncipe y la princesa se preguntaron si ese seria dios. Este abuelo les dijo –Lo siento hijos pero no podré seguir con ustedes, las marionetas hoy en día no son muy apreciadas y el trabajo que hago con ustedes ya no me sirve para sustentar a mi esposa y a mi pequeño nieto, adiós –.
Las marionetas cayeron en un sueño profundo y el abuelo llorando las puso en un pequeño baúl junto a las otras.
El sonido de una cerradura estremeció los oídos del príncipe y de la princesa, sentían como si hubieran dormido durante largos años. Una luz intensa encandilo los pequeños ojos dibujados de estas dos marionetas, después de un rato vieron un rostro joven que les dijo –Ya veo por que mi abuelo quería que los cuidara mucho, son muy hermosos. Mi abuelo decía que ustedes eran mágicos y poseían sentimientos. Se que nada volverá a ser como antes pero los cuidare y usare tal como me enseño mi abuelo – y los coloco en un precioso muble de alerce, la misma madera de la que estaban hechos cada una de las partes de los frágiles y elegantes cuerpos de las marionetas.